martes, 5 de junio de 2007



Prólogo


Mis ojos de excursionista contemplaron volcanes, ríos, ventisqueros, fuentes termales, vertientes; en realidad un paisaje montañés es un texto abierto de geografía para aquel que se asoma a un mundo, ofreciendo tantos secretos, mitos y curiosidades que enriquecen su espíritu aventurero. Mis relatos y poemas relacionados con la montaña, dan testimonio de su presencia constante, de su imborrable panorama, oculto al ciudadano común de Santiago, por el cemento de grises edificios. Tras ellos está el brillante colorido de la cordillera nevada, el verde de los valles, el canto del campesino labrando la tierra por la nieve fecundada, el arriero que canta siguiendo huellas empolvadas al caer la tarde, o la alegría que embarga al andinista al acercarse a la cumbre de la montaña. Son notas melodiosas de una auténtica sinfonía andina.


Autorretrato


Aunque no fui pintor………………admiro los panoramas

Aunque no fui paisajista……………admiro el mar y la montaña

Aunque no fui concertista…………..admiro el son de la guitarra

Aunque no fui folclorista……………admiro la cueca y la tonada

Aunque no fui un lírico……………..aprecio el bel canto

Aunque no fui un actor……………..aprecio el cine y el teatro

Aunque no fui un músico…………..aprecio los conciertos y tangos

Aunque no fui un poeta……………..algunos versos escribí

Aunque no fui un literato……………innumerables libros leí

Aunque no fui un artista

A la vida supe darle un valor,

Muchas como protagonista

Y en otras, espectador.


Meditación


Sentado junto al río

un hombre medita y piensa,

contemplando la naturaleza,

en lo que Dios le ha concedido.

El diamante cristalino del agua,

clara energía animada,

río que nace de las cumbres,

de la cordillera nevada.

El aire tibio, acariciador,

fortalece y purifica el espíritu,

infunde valor para enfrentar,

con dinamismo y vigor

las pruebas que da la vida.

El sol abrasador

que ilumina el firmamento,

irradia su calor, benigno

por todo el universo.

Aire, sol y agua,

trilogía inmortal,

acorde, cabal,

a la tierra fecunda,

genera dulzura,

al paisaje ideal.

El hombre

tendido en la hierba,

quedose dormido,

melodioso sonido,

endulza su sueño

del río cantor.


Mi país una postal


Viajé al norte,

crucé el desierto,

me saludó la pampa,

las salitreras,

me extrañó el viento.

Nostalgias en mi memoria,

recuerdos del pasado,

jornadas históricas

de valientes soldados,

en duras batallas

conquistaron la gloria.

Cumplí mi anhelo

de trepar sus cumbres,

su grito huraño

no me alcanzó.

Valle central,

verdes praderas,

alegres flores,

agita el viento.

Bajo un cielo azul,

murmullo suave,

en primavera

todo es quietud.

También es hermoso

del sur los ríos

que caudalosos

van hacia el mar,

cruzan montañas

valles y bosques

¡Toda mi tierra es una postal!


Inolvidable regreso de la montaña


La excursión que hoy recuerdo, fue al sector cordillerano de Lo Valdés. Integraba una expedición de cuarenta andinistas. La región es un lugar de gran belleza panorámica, por los cerros que la circundan, junto al imponente volcán San José como telón de fondo. Esa noche del regreso nevó intensamente y ya de madrugada nos dieron la orden de partir para dirigirnos al poblado del El Volcán, lugar donde nos esperaba el bus que nos regresaría a Santiago. El Volcán distaba aproximadamente unos 10 Km. desde el sitio en que nos encontrábamos. La ruta a seguir se presentaba ardua y agotadora, por la gran cantidad de nieve acumulada; esto hacía dificultoso el paso sostenido y rendidor que solíamos mantener en largas caminatas.

Había cesado de nevar y el tiempo estaba favorable para cargar nuestras mochilas y emprender con avidez el rumbo. La marcha se inició en fila india para prevenir riesgos o accidentes; obviamente el montañista debe mantener un buen estado físico y el estar bien preparado me permitió estar en el grupo de avanzada. Había recorrido un largo trecho cuando me percaté que me había alejado de ellos. Debido a su avance más lento se habían rezagado a gran distancia de mí. Empecé a inquietarme ante tanta soledad, además el cansancio me estaba afectando; las continuas charcas causadas por la nieve derretida casi congelaban mis pies. ¿Dónde cobijarse a descansar en esa soledad cubierta por la nieve?

La desesperación y el desaliento empezaban a posesionarse de mí, sólo veía extenderse el manto blanco de un camino interminable. De súbito divisé a la distancia un niño que parecía esperarme y al pasar frente a él me ofreció su ayuda. Extenuado por el esfuerzo y sin vacilar le acepté al decirme: “Caballero, no se desaliente, ¡tenga ánimo!, a dos Km. de aquí está un bus esperando.” Magnetizado por sus palabras de aliento que me inspiraron confianza, avancé con más decisión y efectivamente cuando el bus se presentó ante mi vista, me volví hacia el niño para agradecerle si valiosa ayuda. Para mi sorpresa lo vi perderse y alejarse hacia la montaña.

El bus se encontraba afuera de un modesto rancho del cual salió una mujer sencilla que me invitó a pasar ofreciéndome una reconfortante taza de café caliente. Luego, al comprobar mi penoso estado, me ayudó masajeando mis pies ateridos de frío mientras yo le narraba mi afortunado encuentro con el niño y el gran apoyo que recibí de él. “Válgame Dios, señor”, me dijo, “si por aquí no hay niños. Pero yo le contaré: aunque usted no me crea, el único niño que pudo ver es el que se perdió hace dos años en la nieve y dicen haberlo visto sólo los extraviados, a quienes ayuda a encontrar en camino y, por favor señor, no me mire de esa manera, que es cierto lo que le digo.”


Afuera se escucharon voces, la buena mujer no continuó su relato. Mis compañeros llegaban en grupo, en el mismo estado en que estaba yo, recibiendo también la atención de esta gentil mujer que supo ganarse el aprecio de todos nosotros.

Ha pasado mucho tiempo desde que esto sucedió. He querido relatarlo porque la montaña muda, guarda secretos como éste y otros tal vez diferentes. Créanlo o no, cada vez que recuerdo esta excursión viene a mi memoria la imagen del niño, ese ángel aparecido tan oportuno, renovando en mí la fe y a quien no pude agradecer con el fervor que ahora lo hago.


Diálogo con un cóndor


Quisiera morir

un atardecer en la montaña,

de cara al cielo

donde parezca un sueño

el verdor de las colinas

apreciar el majestuoso vuelo

del ave que se aproxima.

Con las alas desplegadas

volando alrededor,

ante mi cuerpo tendido

pregunta con estupor:

“Por qué te alejas de este mundo?

por qué esa infausta decisión?”

Veo ante mí la faz de la muerte

en el espectro de un cóndor,

sin vacilar le respondo:

“Ya cumplí con esta vida,

no quiero que el tiempo alevoso

deteriore mis sentidos

y destruya además mi cuerpo envejecido.”

Me escuchó con atención,

movió su cabeza

en señal de aprobación.

Con un eco al viento

retumbó su voz:

“La vida es traicionera,

te encuentro la razón”

Remontando su vuelo

a los cielos se alzó.

Viviendo ese sueño

mi alma con él se llevó.


Aguas cantarinas


Andinista:

tú sabes del arroyo cordillerano,

tú lo has visto nacer

entre piedras y guijarros,

dando sus primeros pasos,

de lo alto descender.

Bajando los cerros,

brincando entre peñascos,

alegre riendo,

feliz serpenteando,

sentir su cantar.

El arroyo es como los niños,

unos cantan o ríen contentos,

otros gimen llorando,

topando las peñas,

siempre jugando,

felices saltan,

sus aguas salpicando.

Andinista, ya jadeante o sediento,

cuando te inclines a besarlo,

alza tu rostro,

percibe en tus labios

la pureza de su encanto,

mezcla fragante de flores y prados,

tu sabes del arroyo

cristalino, cordillerano.


Reflexión

Paisajes andinos, para siempre quedarán grabados en mi memoria.

Desde mi habitación en la ciudad evoco la majestuosidad de los lagos que se aprecian desde las altas cumbres, los bosques impenetrables de coihues y cipreses, cascadas impresionantes causando estupor y gran asombro, los pedregales y arenosos desiertos del norte, la espantosa soledad del río Mendoza que corre en su prisión rojiza, dominado por los gigantes de la cordillera: El Aconcagua, el Tupungato, el Juncal y su séquito de príncipes blancos y rígidos. (1)

Agradezco a los paisajes andinos la noción que me dieron de la grandeza terrestre, valores eternos que encierran sus panoramas, haciéndome esta reflexión, el de la profunda armonía que reina en la naturaleza, la materia y el tiempo, dentro de la evolución implacable en que todos participamos, más allá de nuestros cuerpos, más allá de nuestras vidas, revelando el verdadero sentido de la muerte. Aquel paso de la vida orgánica a la vida mineral, aquel estado del ser que deja de vagar por la superficie de la tierra para integrarse a ella y solidarizarse con ella.



Canto a la montaña


Picacho que no se mella

al horadar lo azul del firmamento,

cima elevada, cielos cubiertos,

irguiéndose altanera,

desafiando los vientos.

Sobre la tierra

se yergue imponente

la colosal cordillera,

cinta de colores

de sus nieves eternas.

Nace de oriente la aurora,

vertiendo su luz matutina,

bajo un cielo brumosos

despierta animosa la vida.

Cielo elevado,

nubes blanquecinas,

deleitosa hermosura

de las cumbres andinas


Memorias de un Montañista

¿Ha ido alguna vez de excursión a la montaña?, en tal caso es posible que se haya sentido como si estuviera en la cima del mundo. Qué agradables sensaciones, respirar aire fresco, mirar a lo lejos enormes distancias, contemplar la belleza natural del paisaje, valles, lagos, quebradas, cascadas, etc., puede que hasta las inquietudes de la vida le hayan parecido algo menos importante.

Aunque la mayoría de la gente rara vez se da tales caminatas, favorece física, psíquica y anímicamente en la vida de los seres humanos. Esta afirmación se confirma a través de años dedicado al deporte de la montaña, de los inmensos beneficios que representa para nuestro cuerpo el periódico contacto con la naturaleza. Y no podría ser de otra manera, ya que el sólo ejercicio de caminar determina de tal modo la salud del hombre o la mujer que quienes lo practican llevan una vida más sana, especialmente reflejado en los adultos mayores.

Existen a nuestro alcance, lugares accesibles como el Cerro Santa Lucía, El San Cristóbal o el Manquehue, desde donde se puede apreciar la majestuosa montaña que se sitúa frente a nuestra ciudad de Santiago, distinguiéndose las cumbres del cerro La Provincia de 2.640 mts; del Punta de Damas, un poco menor, y el imponente San Ramón, con una altura de 3.240 mts. sobre el nivel del mar, cubriéndose totalmente de nieve durante la época invernal, con una belleza impresionante por el color plateado. Tengo el grato recuerdo de haber ascendido a su cumbre sin mayor contratiempo junto a mi hijo adolescente, transformándose en una grata experiencia, por el espíritu de unión y compañerismo que surgió de la ayuda mutua, tan necesaria para los desafíos o beneficios que nos da la naturaleza, teniendo la satisfacción de ser la primera de una serie de cumbres que escalamos de norte a sur del país, haciendo una excepción de mi preferencia por el excursionismos que integra con mayor intensidad la unidad y fraternidad familiar y de las amistades.

Fue así como contemplando esta maravilla que nos ofrece la naturaleza desde un lugar cercano a la Pirámide, en mis esporádicas subidas a ese sector que sigue a la ruta hacia el Manquehue, tomé la decisión de dedicarme a practicar el noble deporte del montañismo y excursionismo. Lógicamente me tuve que proporcionar el equipo y la indumentaria adecuada, principalmente un calzado apropiado como lo son los bototos para caminos pedregosos en época de verano, o caminar sobre nieve dura o blanda en los meses de invierno; además un cortaviento para conservar el calor corporal o protegerme de alguna lluvia ocasional e imprevista, más una mochila para llevar los ingredientes necesarios de alimentación y refrigerio, con una cocinilla portátil que me sirviera para preparar té o café o calentar algún guiso reconfortante. Una vez provisto de carpa, piolet, saco de dormir y otros implementos útiles para la vida de campaña, me incorporé al club andino Horizonte, afiliado a la Asociación Santiago de Andinismo, con quienes tuve la oportunidad de confeccionar un amplio programa de excursiones dividida en tres etapas, empezando por la precordillera frente a Santiago, camino a las Condes, conociendo El Arrayán y Vallecito, un lugar hermosos con abundante agua y vegetación, disfrutando junto a mi familia y compañeros de club de un día maravilloso.

Posteriormente recorrí gran parte de lugares de excursión del cajón del Maipú, acampando de preferencia en el Melocotón. El Ingenio o San Alfonso, prosiguiendo en algunas ocasiones hasta Baños Morales, distante 10 Kms. de El Volcán. Y Por último, tener el privilegio de llegar a las zonas de camping del lago Esmeralda o Todos Los Santos, en el sur de Chile, visitando incluso los Saltos del Petrohué y extender nuestra mirada en el Lago Llanquihue, con una vista espectacular del volcán Osorno como telón de fondo, viaje inolvidable que culminó en la Isla de Chiloé.

Como miembro de un club afiliado, tuve la satisfacción de ser elegido para la expedición al Desierto de Atacama y recorrer poblados nortinos contiguos al río Loa, deteniéndonos en Toconao, Lasana y Caspana, zonas áridas, totalmente opuesto a lo que es el sur de nuestro país; regiones en donde se siente la sequedad del ambiente y la carencia del agua potable a tal punto de ser racionada.

Realmente es un enorme placer conocer nuestro territorio con sus múltiples volcanes a lo largo de la extensa cordillera de los Andes. Sumado a ríos, lagos, valles, bosques y extensas praderas constituye un terreno de recreación, donde se desarrollan todo tipo de actividades, haciendo de ella un lugar predilecto de esparcimiento para los amantes de la vida al aire libre, fomentando el espíritu de compañerismo y fraternidad, principalmente educativa, que en primera instancia nos lleva a conocer nuestra propia Patria y con este conocimiento intenso a amarla más profundamente.

Inolvidables recuerdos de la juventud, en el atardecer de mi vida, cuando junto a mi familia disfrutamos de maravillosos días de excursión precordilleranos, en diferentes lugares de nuestro país. Abundante vegetación, cristalinas aguas, caudalosos ríos bajando de la montaña, brillantes amaneceres con el canto de las aves. Gratas experiencias que no olvidaré jamás.


Delirio


Un agradable día de primavera, un hombre de unos setenta y cinco años, vestido de terno café, está sentado en el banco de una plaza, leyendo tranquilamente un viejo y usado libro. Al mismo tiempo que da vuelta la hoja, desde el interior cae una foto a sus pies. El hombre se agacha a recogerla: es una foto en blanco y negro, antigua y deteriorada por los años. La toma observando detenidamente en ella a Angélica, una hermosa joven, de mirada y sonrisa coqueta. El hombre levanta la cabeza, suspira y cierra los ojos unos instantes. De pronto escucha su risa, abre rápidamente sus ojos y mira a su alrededor sin encontrar a nadie, observa nuevamente la foto y extrañado mueve la cabeza, la guarda otra vez en el libro y continúa con su lectura. Angélica se acerca lentamente al oído del hombre y le sopla suavemente la oreja, él se vuelve bruscamente y ve la figura de una mujer corriendo a la distancia, dando vuelta a una esquina cercana. Se levanta rápido de su asiento, dejando el libro en el banco y sigue en la misma dirección que vio la silueta desaparecer. Angélica camina apresurada mirando hacia atrás, riendo coquetamente. Él la sigue tratando de alcanzarla, llegando a un pasaje sin salida, completamente vacío. Agitado y cansado saca un pañuelo de su pantalón y seca su transpiración. Decepcionado se sienta en la escala de entrada a una casa. Triste y abatido baja la mirada, sosteniendo su cabeza entre las manos. Pasado un momento siente que le tocan el hombro. Al levantar la vista mira emocionado e incrédulo a Angélica. Parándose frente a ella levanta su mano y le acaricia la cara. Cerrando los ojos la estrecha tiernamente entre sus brazos y al abrirlos se da cuenta que se había esfumado.

Amargado vuelve al banco donde dejó su libro; saca la foto y mira en la parte posterior una fecha borrosa “1948”.

Angélica, inmóvil, ve alejarse la figura de un hombre vestido de terno café, con un libro viejo y usado bajo el brazo.


Después de la lluvia

La lluvia ha cesado

sereno está el cielo

las calles desiertas

una noche e invierno.

En un portal se cobija

un niño harapiento,

siento una pena tan honda

que hiere mis sentimientos.

Miro a la gente pasar

sin que nadie lo consuele

y a ninguno le preocupe

de su vida el deambular.

Lo contemplo y me rebelo

de lo cruel de este mundo

que miseria y dolores da,

apenado me pregunto:

¿Dónde está la caridad,

dónde el gesto fraterno

si al niño que vive vagando

no se le tiene piedad?


Oda al Río Claro


Cálido día

época estival

serenidad en el río

brillante claridad

remansos placenteros

invitan a bogar

por superficies onduladas

serpentean sus aguas

de frondosas orillas de cordillera a mar.

En la ribera, los árboles

agitan sus ramas

a la suave brisa

del intenso follaje.

El trino de las aves

y el murmullo del agua

crean melódica sinfonía

en el grato paraje.

Semblanza del Río Claro,

bello panorama

hermoso balneario

su muelle y sus lanchas

entorno aledaño

de la ciudad de Talca

con su zona forestada

de flores y plantas.

Paisaje maravilloso

digno de admirar

el río sigue su curso

con su enorme caudal

y en abrazo amistoso

en el Maule desembocar

desapareciendo unidos

en la inmensidad del mar.


Oda al Quisco

El día declina,

la mar resplandece,

el sol se sumerge,

tarde cobriza.

Crepúsculo espectacular,

en época veraniega,

digna de admirar

en esta playa quisqueña.

Corre suave la brisa

por la extensa costanera,

meciendo airosa las palmeras,

centro principal del El Quisco.

Un paisaje que brilla

en todo su esplendor,

luciendo multicolor

un cielo que maravilla.

Hermosa puesta de sol,

con asombro contemplar

cuando muere la tarde

en la inmensidad del mar.


Por el camino

Por la vereda del campo santo,

triste camino al panteón,

yo no quisiera oír de nuevo

más campanadas diciendo adiós.

Con la esperanza que en largo tiempo

mitigue y cure mi gran dolor,

voy cavilando

sobre la muerte

en esta tarde tibia de sol.

Abismo inmenso son tus misterios

que el hombre busca sin entender;

muéstralo todo, no omitas nada,

entrégate a nuestro mundo,

te queremos conocer.

Como el jilguero llegó volando,

trinó su canto y el vuelo alzó

“yo no sé dónde fue a morir mi acento,

tembló un instante y se perdió en el viento”

cual suspiro que nadie oyó.


Otoñal

Fui semilla

de un brioso árbol,

alegres primaveras

plácidos veranos,

sólidas raíces

oriunda del campo.

Di valioso fruto,

esperanza de mis años,

de noble futuro

sueño ya logrado.

Ha llegado el otoño,

los embates del viento

debilitan mi tronco;

primavera y verano

con su sol abrasador,

rebosantes

se esfumaron.

Mis sueños pasaron raudos,

con vaivenes y amarguras;

placeres y holguras

por siempre me esquivaron.

Si el ocaso ya se anuncia

con premura a nuestro ser;

el hombre como el árbol

su sombra deja de proteger.

El otoño ha llegado

la juventud ya se fue,

mi cuerpo cansado,

mi vida fatigada,

la misión ya cumplida

y no pensar en nada.